Debería comenzar por contarte:
Que te busqué por siglos infinitos. Entre el cielo y la tierra, entre este plano y el otro...
Cual Quijote a Dulcinea, dibujé tus ojos, tu sonrisa, tu porte, tu cariño, en cada impostor que cruzaba mi camino...
Que el tiempo es un bufón del destino, y se ríe, y se burla de los proyectos de entonces.
Te he sabido desde siempre. He soñado tu regreso... Tu camino cansado, pero jamás renunciado.
Tu mirar claro, de luna y miel... y ese brillo de la aurora...
¿Lo sabrás?
Bien. Si por distracción mía no te lo he dicho, es hora que te enteres:
Aquí en mi corazón, hay un lugar que es solo tuyo, desde milenios atrás.
Aun recuerdo tu partida... buscabas un destino claro... buscabas lo que les negaron.
Tu guerra, la vistieron tus anhelos de justicia, paz, amor y fraternidad... De un futuro esquivo, que aún aguarda en los aleros del tiempo.
¿Cuándo vendrás de vueltas, floreciendo primaveras?
He visto volver a tu hijo. Tiene tu luz en sus ojos, tiene tu fuerza en su mirada, tiene justicia en su razón, y el amor del cielo en su corazón. Tiene tantos soles en su alma, que aún no sabe de qué vertiente pura proviene su sabiduría. Solo se, que ya se encontrará.
Y mientras tanto yo, te busco entre la gente... algunos, se te asemejan... pero al primer rayo de luz, sus formas se desvanecen. Como el aire puro de las montañas, desvanece el humo de las hogueras que alguna vez ardieron.
Que si no llegas, mi alma que es la tuya, se congela. El invierno se eterniza... y el crepúsculo es infinito. El corazón seguirá siendo una ruleta rusa de amores, peregrino que rehuye, que se oculta, que se burla, que teme y no se entrega.
Mientras no traspases el silencio, sigue negro el reencuentro.
¿Cuándo vendrás de tu peregrinar en el mar de la existencia?
Que si tú llegas, será siempre primavera. El amor será un eterno verano...
La luna cobijará nuestros sueños, las estrellas besarán nuestra piel... una suave brisa abrazará mi vientre para volver a nacer... y el viento susurrará nuestros nombres como canto de corales.
