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domingo, 19 de junio de 2022

Motita Mot, hasta siempre!

Lo malo de ir envejeciendo, es que hay más probabilidades de ver desaparecer cosas, tiempos, personas, etc. 
Hace 3 o 4 años (perdón, tengo serios problemas con las fechas y tiempos exactos) se fue la Morelia. Nos adelantó el camino, hizo trampas al tiempo y se escapó por una rendija de esta caja cósmica llamada "cuerpo". Por asuntos ajenos a nuestros deseos, habíamos dejado de vernos hacía ya un par de años, 2 quizás... vaya una a saber, con esto de las cosas del tiempo... 
Fuimos bien cercanas. Ambas coincidimos en una etapa de idealismos, y sueños. De esos que sólo viven en el corazón de los/as soñadores/as. Nos quisimos genuinamente. 
Pasaron unos días en los cuales la pensé mucho. Esas cosas que pasan cuando se está conectada con algo más allá de la materia. Una noche cualquiera, me vi tocando el timbre de su casa en ñuñoa... ella corrió a abrir la puerta, me miró, sonrió contenta y me abrazó largamente... nos abrazamos fuerte, nos dijimos cosas sin hablar... nos extrañábamos. Y desperté. Desperté con el sonido del teléfono. Eran las 03:00AM  al otro lado, hablaba Luis... Hola, perdón que te despierte, pero creo que debía decirte: "Morelia murió hace poco". ( ........................................................................... ) me invadió un silencio profundo... un no puede ser.... y terminé diciéndole: lo sé. Recién estaba con ella. Esa fue su forma de reconciliarnos... de decirme que ya no importaba nada. Que nuestro distanciamiento había sido una tontería... que ya todo estaba bien. Que ella estaba bien. Que se iba en paz y radiante, a pesar de lo que dejaba. 

Morelia fue una chica, hija de exiliados políticos, víctimas de la dictadura. Fue una eterna exiliada ella también. Fue de esas miles de personas que no son ni de aquí ni de allá. Que allá son extranjeras, y aquí son extrañas... Que no encuentran su lugar en el mundo, porque el mundo las exilio también. Es vivir en una constante ausencia y una permanente melancolía. Es no saber dividir entre los sueños y la realidad, entre los anhelos y lo que es. Era una buena chica; generosa, inteligente, sensible, amante de los gatos y un poco ermitaña.  Hábil escritora, inquita artista plástica y socialista por naturaleza. 
La extrañaré siempre. 

Un par de años antes de partir, seguro su alma le susurró algunas cosas al oído y dejó este manifiesto, colgado en algún hilo de la red, y que hoy lo cuelgo en una esquinita de este cielo...


"Cuando muera, (hagámosle los cuernos)
ni me entierren,
ni me cremen.

Que mis cabellos 
se transformen
en cuerdas para un arpa,
un violoncello, un ukelele, 
y vibren para meces 
las emociones de un recuerdo,
de las tierras o, de los amores perdidos

Perforen mis huesos
y hagan flautas,
cañas de zampoña,
punteros de cornamusas,
y sean entonces
los suspiros de quien
se detiene en los campos
en las aguas o en las cimas,
a dejar que el horizonte entinte sus pupilas.

Que mis tejidos recubran los membranófonos
y en ellos resuenen los ritmos
que inquietan las piernas
y las ganas de vivir
en la gente.

Que mi sonido, su melodía,
despegue de esta tierra
para expandirse,
integro y compacto
llegando a los oídos
de otros mundos.

Y se conviertan mis átomos
en las canciones amadas que quiero ser. 

Sí, porque hay un "starman" 
esperando en el cielo, 
y también se elevó hasta ahí, 
en tonos, compases y palabras cantadas. 



(Motita, now!)"