Entre noches de luz... tintos y humos...
Entre tocatas con amigos y compañeros, le encontré.
Me llamo, Edmundo - me dijo-
buen nombre para un poeta de su envergadura, me dije.
Poeta del Pueblo. Poeta, poeta... como pocos.
Su voz fuerte y clara, resonaba en el ambiente. Tras su figura barbada, anciana y sabia estampa...
Guarda sentimientos, que decidió no ocultar.
Los grita al viento! Sembrado conciencias, sembrado mañanas...
Sembrador de futuros sin fin -me dije.
Y me vi dibujada en su rebeldía...
Su discurso -era el mío...
Su dolor - era el mío...
Sus sueños -eran los míos...
Su esperanza, era la mía...
¿Qué nos falta para ser la América latina soñada? nos preguntamos.
Y llegamos a lo mismo... entre lo humano y lo divino,
adivino un porvenir, "por-venir"... pero vendrá.
Quizás, más tarde de lo que quisiéramos, "se abrirán las Grandes Alamedas"...
Las grandes y pequeñas plazas... Nuestra Gran América latina.
Por donde pase ese hombre libre, que construirá ese mañana mejor.
Quizás más tarde... Pero, se abrirán.
Mientras exista conciencia de clase y se intuya un mañana, la batalla no estará perdida.
Entre canciones y poemas, le encontré....
Entre rebeldías y sueños, le encontré.
Es increíble como el arte en manos y conciencia humana suelen convertirse en el bálsamo que humecta nuestra alma en el –a veces- árido desierto que es la vida.
* A un viejo y buen poeta casi “anónimo” que conocí en un bar llamado Zurdistan / En la florida, Santiago de Chile.