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miércoles, 5 de octubre de 2016

Eutanasia...



Conversando con Jordán... en realidad nos gusta mucho conversar...  divagar, hablar de una cosa y de otra, de los sueños, de sus teorías con respecto a diferentes sucesos de la vida, de la evolución de ella, de su evolución, de la mía, de la nuestra... etc... Y así podemos pasar horas y horas conversando, teorizando, e intentando demostrar en lo que nos es posible alguna que otra de nuestras teorías. Y en una de estas tantas conversaciones, nos detuvimos en la Eutanasia.

“Prométeme que si me pasa algo que me deje “turuleco” (vegetal) no me dejarás vivir así y me dejarás ir” (Me dice) me mira fijo y tiende su mano hacia a mí, en señal de cerrar un pacto y recibir el compromiso de mi palabra de vuelta. Siento un pequeño escalofrio desde la boca de mi estomago hacia arriba y siento que mis ojos se abrillantan –lo miro- lo veo tan decidido, que no puedo decirle otra cosa que sí (Sellamos la promesa con un apretón de manos). Le hice prometer lo mismo con respecto a mí. Solo los dos sabemos la magnitud de lo que eso significa para nosotros, nosotros que venimos desde los confines del universo con el único equipaje que nos negamos en lo más absoluto a renunciar: nuestra Libertad.

Quiero creer que el creador no permitirá que esto nos suceda, quiero creer que en ningún capítulo de nuestro libro personal elegimos convertir a nuestro cuerpo material en una cárcel. De ser así, decidiremos que nos sea breve (muy breve). Nadie se merece terminar sus días así, quizás no haya mucho aprendizaje en eso, no lo se... pero no me agrada. Y aunque se me parta el alma en mil pedacitos y me vaya tras él en el mismo instante, yo cumpliría su voluntad, como se que él cumplirá la mía. Una promesa de profundo amor y desapego, como alguna otra que nos hicimos hace más de 2000 años y hoy, la estamos cumpliendo, día a día, pasito a pasito. Cuidándonos mutuamente, como siempre ha sido y lo será.

Jordán es mi hijo, y es el ser más maravilloso que he conocido en toda esta vida. Me siento profundamente bendecida por este encuentro, por este remanso de paz que ha significado para mí este reencuentro.  Solo espero – siempre-  estar a la altura de las circunstancias y merecer ser su madre, su amiga y compañera, como lo ha sido él durante estos 25 años de paso por este leve instante...  




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