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lunes, 1 de junio de 2015

Hasta aquí.



Llegó uno de los días más temidos por casi todos nosotros, los mortales… 
Sarita se fue. Regresó a su hogar… eso espero. 
Lo cierto es, que de ahí nadie ha vuelto para decirnos, ¿cómo será eso? 
Todo lo que sabemos de “eso”, podemos deducirlo de algunos procesos oníricos o jugarretas del intelecto… pero nada concreto… poca ciencia ha habido en esto, y debe ser que la ciencia siempre es insuficiente a la hora de medir lo inmedible, lo impalpable, pero que a pesar de todo y todos, ahí está. Ese es el estudio del alma… las cosas que están, que son, pero que la razón no entiende...

Y ella se fue. Se fue hacia allá… hacia la luz, hacia el amor... hacia el creador… 

Hoy, muy temprano en la mañana, al salir de casa (aún oscuro) caminaba sola por la calle, y de una esquina, salió y pasó por mi lado una mujer pequeñita, menudita… vestía un charlón, cabello ondulado, cano, tomado con un pinche… y tuve que mirarla muy bien a la cara, para saber que no era la Sarita… juro que era igual! Me miró con tranquilidad, y me sonrió, yo igual le sonreí… caminé rápido, mire hacia atrás, y aún iba por la calle… pero era igual a ella, caminaba como ella, se veía como ella… ¿Será que aún algo de ella se anda despidiendo de esta tierra? 
Mi Sarita… tan terca como una mula! No quiso dar la pelea. Egoísta, lo encontré de su parte… egoísta, porque siempre pensó en ella. Ella se construyó así misma, es cierto. Pero también es cierto que tuvo una familia que le amó infinitamente, unos hijos dulces y un esposo abnegado. Y me hubiera gustado que por ellos, se la hubiera jugado… no lo hizo. “Estoy cansada”, me dijo un día… cansada de tanto vivir… (Como si hubiera tenido 100 años, dije yo) y decidió no pelearle a la muerte. Se fue, porque pudo y porque quiso. Me dolió su decisión. Ingrata, egoísta, egoísta, egoísta, la encontré. Pero en fin… fue su decisión, como siempre. Ahora, solo resta aprender a vivir con su ausencia… ha algunos, les dolerá más que a otros… pero así es la vida, no? Yo tengo sentimientos encontrados… la quise y la quiero mucho (es la cuñada con la cuál mejor nos llevamos, siempre) cuando le ofrecimos las distintas alternativas de terapias, y ella las rechazó todas, algo en mí también la rechazó. La acompañé hasta cuando más pude. 2 semanas antes de su muerte, me negué a seguir viéndola. No quise someterme a la tortura de presenciar su agonía. Me fui. Nos fuimos. No fue un hasta siempre, no fue una despedida, si no, un “hasta pronto”. Y ella lo sabe. 


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