“El diablo susurró en mi oído: No eres lo suficientemente
fuerte para resistir la tormenta... Hoy le susurré al diablo en el oído: “Yo soy la tormenta.”
Hace tan solo unos años atrás, vivía en estado de guerra
permanente y aunque los lados están ahí, aún muy bien definidos (y de seguro
siempre se mantendrán así) mi actitud
frente a todo ha ido cambiando con los años. Elijo mis batallas con más
cuidado... con más sigilo... planeo mejor cada uno de mis pasos... cada uno de
mis golpes...
Y a ratos, me permito
reír y ser feliz como trinchera de lucha. Me permito ilusionarme, enamorarme de
la vida, de las cosas simples, de la mirada de un hombre, de su sonrisa, de su
buen corazón y su tesón por verme sonreír, por verme y saberme feliz. Me
permito hacer un alto al fuego y ser feliz, así, feliz, solo porque sé que lo
merezco.
Nada es perfecto, él no lo es y yo tampoco. Pero los
planetas se están alineando para una nueva era, una en la que por primera vez
en toda mi vida, el centro de cambio y de atención seré yo. Y eso me gusta...
me agrada... lo degusto bien... Es una sensación nueva, pero hermosamente excitante.
Porque sea lo que sea, será.
Lo peor ya pasó y
estoy saliendo de la tormenta mucho mejor y más fuerte de lo era cuando entré
en ella.
“Que lo que no te mata te hace más fuerte?” No cabe ninguna
duda, así es.