Translate

lunes, 10 de octubre de 2016

Exogena...


Cada cierto tiempo, cada ciertos periodos del año (y no es que sea primavera) no importa la estación ni la condición, pero esporádicamente siento cierto desazón aquí adentro, entre el pecho y la espalda… algo así como si otra –la otra yo- quisiera arrancar, irse lejos, muy lejos de esta tanta “paz”, de esta tanta quietud, de este tan “perfecto orden”  que honestamente, me parece una vil mascarada.
Alguna profesora o terapeuta me diría: Lo que pasa es que estás pasando por un “periodo de reflexión… “Te estás mirando en tu espejo interior…” Y quizás, alguien más común me diría: “Estas pasando por un bajón”.
Pero yo hace muchos años que dejé la universidad (por ende, no hablo con profesores) y no acostumbro a frecuentar terapeutas… No porque no los necesite, sino más bien porque pienso, siento y percibo que ellos están demasiados insertos en el sistema y en el fondo su visión de mundo radica mucho en que pasen pronto los 45 minutos de tratar a estos “inadaptados sociales”, facturar y agendar la próxima visita sin mayores preámbulos. A decir verdad, aún no he dado con ese ser especial  al que yo pueda llamar, Terapeuta.
Así las cosas, no me queda de otra que seguir indagándome, recorriéndome, auto conociéndome cada día más… no sé que más lejos se podrá llegar… Y duele. Llevo más de 30 años en esto, y aún duele. A ratos me duele la piel –literalmente- hubo un tiempo en que mi cuerpo me pasó la cuenta, fue tanto mi desazón, que desarrollé nódulos en las cuerdas vocales. Me operaron, y al parecer todo está bajo control.  Pero en realidad, esto es lo de menos. Por lo menos para mí, es lo de menos. Mi real problema radica en la sensibilidad. No sé si lo normal sería ser menos sensible, quizás  no soy muy normal en esto tampoco… y si he “salvado” hasta ahora, ha sido única y exclusivamente que mi psiquis ha desarrollado verdaderos campos minados  de fortalezas para ajustar ciertos trajes a la medida de defensas y autodefensas que me he calzado a lo largo de toda mi vida. La gente a menudo me ve fuerte, autentica, optimista (muy optimista) hábil, inteligente y cercana. Quizás en esto último es donde se escapa mi ser herido… lo gracioso es que nadie lo nota así.  Y así han pasado años tras años, y cada persona que me ha conocido y tratado, de seguro tiene una imagen y opinión de mí que dicta bastante de lo que realmente soy íntegramente (comenzando por mi propia familia) y quizás,  el que más cerca ha llegado de conocerme ha sido mi hijo…
Soy fuerte, es verdad. También soy valiente (lo cual no implica que no haya sentido miedo, de hecho, de no haberlo sentido, no sabría que también sí  soy valiente…) Soy alegre, y siempre intento fijar la mirada en el lado del vaso lleno en vez del vacío (a menudo me resulta, a menudo…) Soy cercana (o por lo menos, intento serlo) porque he estado demasiado tiempo de mi vida sintiéndome devastada por dentro y no quisiera que nadie se sienta así, sin que tenga una mano que apretar, un hombro donde llorar, un oído que escuchar o simplemente una mirada de “no te preocupes, yo te entiendo”…  
Y es así como he ido pasando esta existencia. A decir verdad, y para no ser mal agradecida, no he tenido un mal pasar… la mayor parte del tiempo he tenido lo suficiente para ser feliz, y lo he sido. Pero mi roce con la depresión es exógena. Hay días en los cuales me despierto más consciente de todo que otros. Y es ahí donde mis fortalezas comienzas a craquelarse…
He hecho cosas, no sé si mucho o poco, pero las he hecho. Cosas por sumar esfuerzos, por contribuir a cambiar el al revés… y por motivos que no explicaré ahora, todo a concluido en un rotundo fracaso.  Muchos dirían que ya basta! Que ya lo olvide, que disfrute mi vida, que me preocupe de mí, que tengo más que muchas personas quisieran para ser feliz, que me enfoque en eso, que me lo merezco, que disfrute, que ya basta. Y créanme, lo he intentado y me repito a diario… Cuando veo los ojitos de mi hijo, que dicho sea de paso, entre los tantos posibles, para mí es lo único que realmente vale la pena en esta vida… Y ahí voy… recomenzando a diario. Con culpa de no sé qué…  pero aquí voy.
Mejor dicho, sí sé lo que me mortifica. Todo es exógeno (reitero). Sé que no está a mi alcance cambiar nada. Pero cresta! Como alguien puede ser 100% feliz si en este mismo planeta hay personas muriendo de hambre, huérfanos con pérdidas terribles, el África, Haití, Gaza, todo el Medio Oriente y la explotación y postergación Latinoamericana! Para terminar en las desigualdades e impunidad de mi propio país. Los más de 600 niños abusados y  muertos a cargo del Sename estos últimos años. La corrupción, el robo macro de las transnacionales, el nulo estado de bienestar, el saqueo de Chile y que a la larga nos tiene a todo el país idiotizados trabajando solo para pagar deudas (porque aquí todo es deuda) olvidándonos de vivir realmente! De crear, de crecer, de cultivarnos, de estudiar sin endeudarnos. Levantarme todos los días y darme cuenta que por mucho que trabaje y trabaje, mi pensión de vejez será una miseria para morir de hambre y que eso a nadie le importa! Porque ni siquiera a mis contemporáneos le importa, porque el sistema los bombardea con desinformación e idioteces de falso exitismo, porque no tienen tiempo ni para pensar… Todo eso, hay días como hoy que me golpean las sienes.  Entonces, me niego a contar hasta 10… a inhalar y exhalar  (cuando inhalo y exhalo veneno… literalmente) entonces no quiero desviar la vista, porque al retomar  lo postergado nada de esto habrá desaparecido por “arte de magia”. Entonces me encuentro aquí, mirándome de frente, y me vuelvo a preguntar: ¿Qué hago aquí?
Quizás soy un alma muy vieja, quizás vengo de muchos siglos y siglos atrás… Quizás esta existencia es solo un respiro… un Oasis en el desierto… quizás después de quién sabe qué pesares  me merezco esta momentánea paz… Y sí, siempre he estado consciente que por estar al lado de mi hijo, ya todo lo vivido y por vivir valdrán la pena… agradezco al creador por semejante bendición. Pero no puedo dejar de sentir esta impotencia, esta rabia frente a las injusticias y miseria humana…  Sí, soy una inadaptada y sufro por eso. Sufro porque me resisto, no puedo y nunca podré adaptarme a una sociedad enferma.
Es todo, lo siento, lo pienso y lo superaré (mos).
¿Y tú qué piensas? ¿Ya te adaptaste? ¿Ya te mataron por dentro?
Yo por lo menos lo pienso… ¿Y tú?.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Eutanasia...



Conversando con Jordán... en realidad nos gusta mucho conversar...  divagar, hablar de una cosa y de otra, de los sueños, de sus teorías con respecto a diferentes sucesos de la vida, de la evolución de ella, de su evolución, de la mía, de la nuestra... etc... Y así podemos pasar horas y horas conversando, teorizando, e intentando demostrar en lo que nos es posible alguna que otra de nuestras teorías. Y en una de estas tantas conversaciones, nos detuvimos en la Eutanasia.

“Prométeme que si me pasa algo que me deje “turuleco” (vegetal) no me dejarás vivir así y me dejarás ir” (Me dice) me mira fijo y tiende su mano hacia a mí, en señal de cerrar un pacto y recibir el compromiso de mi palabra de vuelta. Siento un pequeño escalofrio desde la boca de mi estomago hacia arriba y siento que mis ojos se abrillantan –lo miro- lo veo tan decidido, que no puedo decirle otra cosa que sí (Sellamos la promesa con un apretón de manos). Le hice prometer lo mismo con respecto a mí. Solo los dos sabemos la magnitud de lo que eso significa para nosotros, nosotros que venimos desde los confines del universo con el único equipaje que nos negamos en lo más absoluto a renunciar: nuestra Libertad.

Quiero creer que el creador no permitirá que esto nos suceda, quiero creer que en ningún capítulo de nuestro libro personal elegimos convertir a nuestro cuerpo material en una cárcel. De ser así, decidiremos que nos sea breve (muy breve). Nadie se merece terminar sus días así, quizás no haya mucho aprendizaje en eso, no lo se... pero no me agrada. Y aunque se me parta el alma en mil pedacitos y me vaya tras él en el mismo instante, yo cumpliría su voluntad, como se que él cumplirá la mía. Una promesa de profundo amor y desapego, como alguna otra que nos hicimos hace más de 2000 años y hoy, la estamos cumpliendo, día a día, pasito a pasito. Cuidándonos mutuamente, como siempre ha sido y lo será.

Jordán es mi hijo, y es el ser más maravilloso que he conocido en toda esta vida. Me siento profundamente bendecida por este encuentro, por este remanso de paz que ha significado para mí este reencuentro.  Solo espero – siempre-  estar a la altura de las circunstancias y merecer ser su madre, su amiga y compañera, como lo ha sido él durante estos 25 años de paso por este leve instante...  




domingo, 21 de agosto de 2016

De regreso...

“NO TENGO DEPRESION.TENGO PENA.” 
Escupía Mario al ciberespacio... este espacio infinito, sin tangibles, sin tactos, frío, sin tiempos... En un grito de dolor contenido, de auxilio imperdonable... Toda una vida luchando contra los miedos, hasta hacerlos fortalezas. Y ahora, a los 50 y tantos, el corazón curtido comenzaba a ceder... Mario fue la confirmación de que comienzas a morir cuando cedes la única trinchera que vale la pena defender; la del amor y la alegría. -------------(Lo que sea que hagas, hazlo con amor y alegría)------------- 
Si no existen esos sentimientos que guíen tu actuar, entonces, no vale la pena. 

PD: Buen regreso a casa Mario... que te sea breve. Te recordaré así; con tus pasiones, tu charango, tu guitarra, tus pinceles, tus murales, tus luces y sombras... pero sobre todo, con tu infinita humanidad y desprendimiento. 
Recuerda: "Volveremos y seremos millones", más sabios y eternos. ;)

domingo, 31 de enero de 2016

Carta para Mari.


Hola, cómo estas?

Dónde quiera que estés, quiero que estés bien, cuidada, protegida, amada y segura...
Espero y deseo que hallas encontrado todo lo que aquí nunca tuviste.
Por mi parte, sufriendo tu ausencia. Extrañándote a mares, ha ratos más insoportable que otros... pero aquí estoy (aún) resistiendo lo que me toca. Sola como un dedo. Y alguien -seguramente tú misma- me podría decir que no estoy sola, que tengo un montón de gente que me quiere, que tengo una familia, que tengo un hijo extraordinario, y un ramillete de proyectos acompañados de un puñado de sueños, cada uno en su lugar. Y sí, tengo eso y quizás hasta un poco de buena fortuna en las bastillas de mi vida... Pero nada de eso cambia que tú no estés. Y a eso es a lo que aún no me acostumbro. Te cuento:
Es verano, verano, recuerdas? Y es el segundo verano que no sabe a lo mismo... el segundo verano que no cruzas la cordillera para venir a pasarla con nosotros... el segundo verano de nunca más... el segundo verano de soledad indeterminada...
Desde que te fuiste, lloré (lloro) mucho. Lloro hacia dentro para no dejar el corazón expuesto. Pero lloro.
Te cuento que me volví orfebre (y aprendo cada día nuevas cosas) el arte llena gran parte de mi vida, y eso es bueno, ya sabes como soy... siempre buscando qué hacer, con qué llenar mi vida, mi vida... una vida mía y olvidada por tantos años... Es difícil decir MI vida, cuando siempre le perteneció más a los demás, a esos inmensos demás que a mí. Y ahora estoy en eso... mirándome hacia dentro, mimándome un poquito, desintoxicándome otro poquito... limpiándome de a poquito. He conocido gente nueva, algunas buenas, otras no tanto... ya sabes cómo es esto, la fauna humana es diversa y exquisita! He intentado quedarme con las mejores... ayudarnos a desarrollarnos juntas... ahí vamos...
La vacante de mejor amiga y compañera que has dejado sigue vacía. Y supongo que seguirá así por siempre. Hay días más soportables que otros, en este desandar el camino, a veces no se por dónde seguir ni elegir el modo...
Y a veces pienso: ¿Qué distinto sería todo si el cáncer no se hubiera apoderado de tu vida? Quizás si te hubieras cuidado un poquito antes... quizás si el cigarrillo no te hubiera  hecho rehén... quizás...
Pero ya está. Y lo que está es que tú no estas. Y yo me quedé sola.

Seguramente vendrán otros tiempos... y tu ausencia seguirá  estando presente, hasta después. Hasta después...