Translate

sábado, 2 de mayo de 2015

Ya no dueles...


Que 20 años no es nada... Pareciera que no fueran nada... pasan como si nada, casi sin darnos cuenta... pero pasan. Y se acabó. 

Llegó el día que tanto temía, ese día sin llantos, sin dolor, sin reproches... el día de la nada. 
Fue una historia digna de ser contada a los nietos, y claro que la sabrán! 
Sabrán que su abuela vivió intensamente. Que se enamoró intensamente, que amó intensamente, que luchó intensamente, que rió y lloró intensamente, que el dolor desgarró su alma y su corazón en más de una oportunidad, que a ratos (solo a ratos) odió intensamente, y que olvidó intensamente. Llegó el día en que tocó olvidar. Fueron tantos y tantos los dolorosos intentos... que llegó el día en que no lo intenté más, y el olvido se hizo costumbre. La pasión se fugó por la ventana, una mañana de domingo quizás, de no se exactamente que día, qué año ni qué mes. 
Siempre nos engañamos a nosotros mismos, diciéndonos al oído que el amor verdadero es lo que queda después del amor pasional, hacemos una mezcla en la licuadora de nuestra conciencia entre el amor erótico y el amor filial... para soportar los días, la vida. Pero no es así. El amor de pareja, debe contener de todo un poco y en la dosis justa, un elíxir tan perfecto, que sea un bálsamo para las asperezas del mundo. Pero cuando algo falla... comienzan los desequilibrios. Y la verdad, es que nosotros, hace un cerro de años que veníamos desequilibrados... 
Que te amé. Dios sabe que te amé!
Entregué mi vida por ti, a ti, y no me arrepiento. 
Pediste a Dios un amor de “a de veras”, y Dios te lo concedió en mí... Nunca podrás reclamarle eso. Siempre obtenemos lo que pedimos... 
Pero fueron tantos los olvidos, tanto abandono, tantas idas y tantas vueltas, tantos “errores”, tantos perdones... tantos dolores... que al final, dio lo mismo. Cada vez que te ibas, algo en mi se moría. Fueron años de agonías... y cada vez que volvías, era un estanque de oxigeno a mi vida... 
Fueron tantas las heridas, que vivir se hizo urgente y preciso. Y aprendí. Aprendí a vivir sin tus brazos, sin tus besos, sin tu cuerpo cálido en mi cama... Aprendí a ser fuerte, aprendí a respirar sin ti, aprendí ha amar sin ti, aprendí a sentir sin ti, aprendí a levantarme y caminar sin ti. Aprendí a confiar en mí, aprendí tantas y tantas cosas contigo y sin ti, que sin ti hubiese sido imposible haberlas aprendido. Y te agradezco por eso. Dolió, y mucho, pero sirvió. 
Hicimos un hijo, como un pacto de amor y de alianza eterna... “Para que nunca nadie nos separe” (me dijiste) y así fue. Nunca nadie pudo separarnos, salvo tú mismo. 

Vi desfilar los mejores años de mi vida frente a mis ojos... sin yo hacer nada más que luchar por ti... ¡Qué necedad más grande! Siempre me costó mucho pensar en mí. Recién ahora lo estoy comenzando ha intentar... Así es que no fue difícil regalarte toda mi atención, mi libertad y mi vida... Pero ya todo pasó. Y pasó de una manera tan natural, como respirar... Ya no estas, ya te has ido... ya te he soltado... ya nos hemos liberado. 
No hay llantos, no hay dolores, no hay reproches, no hay traiciones, no hay terceros, no hay nada. Solo tú y yo, que ya no somos tú y yo... 

No te lo dije, y quizás nunca lo haga. Pero deseo que estés bien. Que construyas una vida, que ames y te amen de verdad. Que no te autodestruyas... que te des una oportunidad... Con un nuevo amor, sin heridas, sin mentiras, sin engaños ni manipulaciones... Solo deseo que te des una oportunidad para ser feliz... y no la destruyas como lo hiciste conmigo. Sin dolores, sin rencores, sin dramas... simplemente, gracias por todo, por nada y por más.